El modelo Stav Strashko |
Ambos son metamensajes camuflados tras una imagen rompedora y escandalosa que tan sólo pretende aprovechar la polémica para vender pero: ¿Qué pasa con estos muchachos a quienes se les inculca que "andrógino es igual a femenino"? ¿Por qué el contenido sublimimal es que una mujer puede ser masculina, -casi debe de serlo-, pero un muchacho no puede ser ambiguo? ¿Por qué esa contínua presión sobre los hombres? Todos los que no conocen a personas "agénero" ven a uno de estos muchachos vestidos de femme fatale y dan por sentada su orientación sexual además de su identidad genérica. En cambio los que sí conocen a personas de esta índole sabrán que "agénero" hay unos cuantos y a veces ni siquiera tienen un aspecto indefinido porque su cuerpo y sus rasgos se han decantado muy temprano hacia un rumbo inevitable. Y hablo de "agénero", no de "transgénero" porque hay mucha diferencia entre nacer en el cuerpo equivocado y, simplemente, no sentirte más cerca de una que de otra naturaleza. En el primer caso hay una necesidad de cambio, de orientación y de reconocimiento con el propio yo. En el segundo hay una aceptación de que no se está en ninguna parte y que tampoco es necesario estarlo. Gracias al mundo en que me muevo, conozco bastante criaturas indefinidas que viajan de uno a otro universo con suma comodidad y orgullosas de ello, pero, ¿qué pasa con el resto? ¿Qué nuevas crisis traerá ésto a los frágiles adolescentes, ya demasiado condicionadas a encajar dentro de un molde ? ¿Y si alguno de estos muchachos no tiene duda alguna sobre su masculinidad, y sólo aprovecha su ambigüedad para hacer carrera, qué mensaje se les está enviando cuando se los empieza a encasillar como "modelos femeninas"? Cabría decir que mientras uno se sienta cómodo con lo que hace no hay mayor problema, pero ¿alguien conoce el caso de Bjorn Andresen, el famoso "Tadzio" de "Muerte en Venecia"? A este muchacho, que contaba por entonces catorce años, el rodaje de aquella película le marcó tanto que dió tumbos de una cama masculina a otra sólo porque había asumido que "tenía que ser gay". Finalmente tras una adolescencia y una juventud destruídas, incapaz de identificarse consigo mismo, adorado por un público casi netamente homosexual y presionado para responder a las demandas de éste, Bjorn, encontró, su lugar como hombre heterosexual y halló una compañera. ¿Alguien puede imaginar la desorientación, el dolor, la incomprensiuón y la frustración de este muchacho ante sí mismo y su confusa imagen en el espejo durante toda una etapa de su vida? ¿Era necesario que pasase por ello?
Los efebos siempre fueron deseados. En la Grecia clásica los encumbraban como ejemplo de hermosura. De hecho, el modelo de belleza eran ellos, no nosotras. Posteriormente, el anhelo de los hombres por estos chicos ha estado sotearrado, velado y prohibido, y por tanto exhacerbado desde las sombras de la historia. Las mujeres a quienes gustan los hombres andróginos son, aún, una anécdota que se manifiesta lentamente, como todas las cosas que se nos prohibieron. Hay quienes las consideran raras, hay quienes no las entienden. Sobre todo los hombres, sobra decirlo, desde sus modelos prefijados de "qué es la masculinidad" no las entienden. Hay quienes ven en su hambre de belleza una homosexualidad desviada . Puede ser también. ¿Por qué no? Y sobre todo, ¿qué más da?
Pero creo que ésto es lo que tenemos que decir nosotras:
Queremos, SÍ queremos a este tipo de criaturas que no necesitan estar musculadas, ni barbudas, ni ser fuertes, ni pudientes, ni encumbradas. Queremos a estos jóvenes que se permiten ser frágiles, delicados, vulnerables, y el más débil de la pareja, y no necesariamente el dominante - aunque tampoco les impide serlo-. Los queremos, no por encima de los otros, de los machos alpha, de los estereotipos impuestos. No para sustituirlos, ni para suplantarlos, ni porque sean "hombres blandos" sometidos por nosotras. Los queremos como otra variedad más del hombre, (ya que son aceptadas tantas variedades de mujer). Los queremos en el panteón de las bellezas masculinas, siendo hombres, ejerciendo de hombres, seguros de sí mismos, orgullosos de lo que son. (Si es lo que elijen ser), pero los queremos respetados, no disfrazados de jovencitas sin curvas, ni carnes, ni otra cualidad femenina que la belleza condenatoria de sus rasgos que, otros hombres, sí, los propios hombres, parecen incapaces de digerir y necesitan esconder tras capas de maquillaje y tacones a ver si así se les atragantan menos, a ver si así digieren las tentaciones que disparan en ellos. (O quizás, desde el otro lado, porque lo que necesitan es suplantarnos a nosotras, porque ellos son la "unica mujer" a las que pueden desear)
Bjorn Andresen como "Tadzio" en una escena de "Muerte en Venecia" |